Delfina
Piedra tiene 56 años. Una lotería de visas le permitió salir de Cuba
hace ahora 12 años. Pasó por Miami antes de caer en Washington, DC, el 4
de julio de 1999. Desde ese año y desde ese día de la independencia
estadounidense, la vida le ha dado tantas vueltas que apenas si se
reconoce sentada a la puerta de su tienda de campaña.
Delfina es para todos Naisofi.. Habla con dificultad inglés, vive de
la mendicidad y desde hace un mes se ha encontrado con gente dispuesta a
echarle una mano. “Jóvenes universitarios preocupados por los mendigos
porque han descubierto en programas solidarios una forma de cambiar el
mundo ayudándonos a los que tenemos necesidad”, contó el sábado 3.
Naisofi vive en el “ala oeste” de McPherson Square, literalmente en
la calle. Lleva un mes “compartiendo” vecinos tan ilustres como el
presidente Barack Obama, a tan sólo dos manzanas de un campamento donde el español puede oírse por todas las esquinas.
“Ellos saben quien soy y desde que vivimos aquí hemos conseguido
aprender que la solidaridad es la única que nos puede ayudar a resolver
nuestros problemas”, reflexionó.
Delfina cuenta su historia cargada de mil detalles a quien se acerca a
su mesa y tiene unos cuantos minutos para prestarle atención. Ahora
escribe, siempre escribe, incluso porque la lluvia borra una y otra vez
los carteles que presiden su tienda de nylon con techo reforzado. “La
libertad son las alas con las que vuela el corazón. La verdadera
historia la hacen los hombres libres”.
Al tormento de vivir a la intemperie, se suman las gélidas temperaturas en un campamento en que se mezclan “homeless” con personas que tienen un techo pero que decidieron acampar “por tiempo indeterminado”.
Naisofi habla con el estómago lleno. Acaba de comer un poco de pasta,
algo que por desgracia no ocurre todos los días. El programa de auxilio
a los mendigos de los jóvenes universitarios no tiene garantizada
manutención ni agua corriente. “Aprovecho la visita a la iglesia los
domingos para asearme. Pero lo que echo de menos es la luz para poder
seguir leyendo por la noche”.
Delfina Piedra perdió todo cuando le robaron lo que traía en una
maleta. Perdió la identidad que le regalaron en Cuba en una lotería de
visas y ahora no tiene dinero para recuperar sus papeles. Vino con la
esperanza de seguir viaje a España, donde están sus hijas.
“En La Habana, mi esposo era fotógrafo, vivíamos bien y hasta teníamos una moto”, se lamentó.
A las 5 de la tarde, los acampados de McPherson Square saben que una
vez más -en el mismo barrio donde se puede llegar andando al Banco
Mundial- la noche está a punto de echárseles encima. “Esta es mi casa
para el año próximo. Los tres muñecos de peluche al lado de la
colchoneta representan a mis hijos. Ellos me acompañan mientras espero
el nuevo día. No se sale de la mendicidad aunque se quiera”.
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