La noticia traspasaba las paredes del frío salón para afuera deshacer el nudo que oprimía el pecho de familiares : nacía mi primer nieto.
Eran las diez de la mañana y en la sala de parto del Hospital de Maternidad, un 13 de septiembre ,el llanto anunciaba la llegada de un robusto varón cuya salud fue seguida desde antes del alumbramiento.
Desde entonces nuestro hogar brilla con ese príncipe, y no son pocas las aventuras insólitas que podemos rememorar .
Como buen fanático del beisbol que es, lo mismo juega pelota en la sala de la casa que arriba de la cama , hace delicias con una pistola de agua en la mano e imita a personajes famosos con flechas y espadas.
Pero Alexis no es sólo diablura, es también educación, amor, sentimiento, nobleza, cualidades que aprende al amparo de una familia y una sociedad que lo guían en la fe de un mundo mejor y en el de erigir el porvenir.
Laura Elena es mi otra nieta, una criatura que se antojó conocer el mundo antes de tiempo, y en pocas horas se debatía entre la vida y la muerte, a causa de una sepsis generalizada y un edema del pulmón.
Sólo diez días bastaron para que la niña abandonara la sala de neonatología de cuidados intensivos, no por milagro, sino por los costosos medicamentos aplicados y la riqueza del personal medico. La sonrisa agradecida fue el único pago
.
Hace un año llegó el tercer nieto, Jorge Alejandro.
Los tres, como todos los infantes cubanos tienen la suerte de contar con una infancia protegida y ninguna campaña enemiga puede silenciar la sonrisa, ni impedir que aprendan a honrar el bien y a llorar ante el mal.
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