Dicen que amanecer con una sonrisa augura un buen día.
Es increíble que un instante sea tan importante en la vida como para dejar huellas imperecederas.
¿Olvidamos acaso la sonrisa del médico que nos alivió el dolor; la del maestro que nos enseñó las primeras letras y números, o la del amigo, como muestra de su afecto?
Cuando damos los “buenos días” con una sonrisa, el saludo es mucho más agradable, al igual que si ésta acompaña a gestos de agradecimiento.
A un enfermo le inspira ánimo; serena situaciones de tensión y se utiliza también con sentidos picaresco y de jocosidad.
Por el valor que encierra esa expresión facial es que agradecemos tanto, al llegar a un centro, lugar e institución, se nos atienda con ese regalo, que beneficia igual al que lo ofrece, que al que lo recibe.
Pobre es quien no aprecie las puertas que abre una sonrisa, desde cautivar a mamá con las primeras muecas, hasta convencerse de cuanto aporta a la salud.
Además de eso…
La risa constituye perfecta compañía para mejorar el espíritu, favorecer las relaciones con las demás personas y promover sentimientos de bienestar y felicidad.
Cuando reímos nuestro sistema inmunológico se favorece, alejamos el estrés y mejora el sistema cardiovascular, según revelan estudios realizados.
Incluso puede menguar sufrimientos, en etapas difíciles que todos en algún momento de la existencia tenemos.
Mucho más pudiera hablar del poder de la sonrisa, pero creo que la siguiente frase, que leí hace poco y me motivó a escribir sobre el tema, resume todo cuanto puedo decir.
”Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste, porque más triste que la sonrisa triste, es la tristeza de no saber sonreír”.
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