A 39 años
de la desaparición física de Lázaro Peña, traerlo al debate, a la asamblea, al Congreso,
es sentirlo vivo a pesar de la ausencia.
Su ejemplo guía
el análisis profundo, la palabra orientadora, la razón para persuadir y el respeto para escuchar.
Está presente también en la
unidad del movimiento obrero cubano, seguidor de las enseñanzas de quien fuera ferviente
defensor de este objetivo.
El recuerdo del líder de los trabajadores es permanente.
Su sonrisa, sencillez y bondad son
igualmente inspiración en nuestro andar diario.
Negro y pobre:
Estas condiciones lo privaron de los sueños de la niñez y la juventud, pero no de la
conciencia y rebeldía que más tarde lo
llevaron a dirigir la clase obrera en la lucha contra la opresión capitalista.
Muy temprano
conoció los rigores del trabajo para contribuir a la precaria economía
familiar .Con apenas doce años comenzó a laborar como aprendiz de herrero,
ayudante de carpintero y de albañil.
Finalmente se empleó en la fábrica de tabaco “El Crédito”,
donde aprendió el oficio de torcedor, sector donde ingresa al Partido Comunista
de Cuba con solo 18 años.
Como parte de su accionar revolucionario participa en la huelga de 1933
que derrocó la tiranía de Gerardo Machado y
posteriormente tuvo el honor, de
ser elegido en 1939 , secretario general de la Central de Trabajadores
de Cuba (CTC) .
Con el
triunfo de la Revolución en 1959, después de regresar de un forzado exilio, Lázaro
Peña vuelve nuevamente a la dirección de la clase obrera.
Ya unido
el movimiento obrero, la organización asume
como principal tarea apoyar el desarrollo económico y social, en la
construcción del Socialismo.
El 11 de
marzo de 1974, fallece Lázaro Peña, el Capitán que sigue
izando más allá de su muerte, la bandera de la
victoria.
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