jueves, 29 de diciembre de 2011

Carta de una madre al director de un hospital pediátrico en La Habana.

Dr. Rafael Antonio Broche
Director del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, en La Habana:

Hacer el recuento de 11 años me resulta difícil. El 18 de octubre del año 2000, cuando vio la luz mi hijo, Sánder de la Caridad Jaime Braña, fui una madre muy feliz, pero a partir de ese instante, mi vida se tornó en una angustia total. Sánder nació con una fisura palatina sin interesar labio ni dentición, la cual llevaba tratamiento quirúrgico. Fue intervenido en el Hospital Pediátrico de Centro Habana el 7 de enero del 2002, pero esta operación no fue definitiva.

Pasaron los años y con ellos una terrible lucha, ya que yo nunca admití las soluciones que me dieron en diferentes oportunidades y en otros centros pediátricos. Por un impulso llamé por teléfono a la Dirección Provincial de Salud y fui atendida por la doctora Ivonne, quien amablemente, sin conocernos ni mediar ningún vínculo, hizo la gestión para que mi hijo fuera atendido en el Hospital “Juan Manuel Márquez”, que usted dirige.

Allí fue valorado primeramente por el Dr. Fausto, luego pasó a la Dra. Garmendía -quien hoy se encuentra jubilada-, la Lic. Noemí de Logopedia en Fisurados, pues mi hijo requería una previa preparación para ser corregido su defecto.

No voy a cansarle con la historia. En un año han transcurrido muchas cosas, algunas agradables y otras no, pero lo más importante ha sido que el día 14 de diciembre del presente año fue intervenido mi hijo en se centro hospitalario, y que ya hoy, en su primera consulta pos-operatoria, mi hijo fue evaluado de una intervención satisfactoria y exitosa.

Quiero, y esto que llegue desde lo más profundo de mi corazón de madre, agradecer a todo el colectivo del servicio de Máxilo Facial que trabaja bajo las instrucciones del Dr. Ernesto Sánchez.

Cuando vi por primera vez su boquita no podía creer que quedase tan perfecta y tan bien reconstruida.

No sé si existen palabras para dar gracias a Dios y a su personal, desde el Dr. Ernesto, la Dra. Wilma, la residente que ayudó en la operación, Ileana la técnica, Ileana la Jefa de enfermeras de la Sala de Cirugía y otros nombres que no recuerdo, pero que llevo en mi corazón de madre agradecida.

¡Han hecho una obra maestra! Me quito el sombrero ante su colectivo de trabajadores, ante la humanidad, la hermandad, la bondad, comprensión, amor…

Le ruego haga público este reconocimiento en algún momento, pues ciertamente, para exigir y dar quejas, todos se prestan, pero pocos agradecen el trabajo que con tanta abnegación desempeñan nuestros médicos. Con dificultades, carencias, obstáculos…, pero con un corazón y una profesionalidad, que solo puede igualarse al de nuestro Titán de Bronce.

Adjunto algunas fotos que para mi fueron impactantes, pues jamás pensé poderlas tirar, y afortunadamente estuve al lado de mi hijo cuando casi cerraba sus ojitos por la anestesia y en el momento de recuperación.

Una vez más gracias, de quien queda eternamente a sus órdenes y al de todos los que trabajan bajo su dirección, hoy vuelvo a ser la madre feliz de hace 11 años atrás. Si alguna palabra está fuera de lugar o algo incoherente, piense que es solo debido a la emoción.

Vivian Braña Fernández, la mamá de Sánder. (CUBADEBATE)

jueves, 22 de diciembre de 2011

Tomado de Cubadebate.


Una cubana indignada en Estados Unidos.

Delfina Piedra tiene 56 años. Una lotería de visas le permitió salir de Cuba hace ahora 12 años. Pasó por Miami antes de caer en Washington, DC, el 4 de julio de 1999. Desde ese año y desde ese día de la independencia estadounidense, la vida le ha dado tantas vueltas que apenas si se reconoce sentada a la puerta de su tienda de campaña.

Delfina es para todos Naisofi.. Habla con dificultad inglés, vive de la mendicidad y desde hace un mes se ha encontrado con gente dispuesta a echarle una mano. “Jóvenes universitarios preocupados por los mendigos porque han descubierto en programas solidarios una forma de cambiar el mundo ayudándonos a los que tenemos necesidad”, contó el sábado 3.

Naisofi vive en el “ala oeste” de McPherson Square, literalmente en la calle. Lleva un mes “compartiendo” vecinos tan ilustres como el presidente Barack Obama, a tan sólo dos manzanas de un campamento donde el español puede oírse por todas las esquinas.

“Ellos saben quien soy y desde que vivimos aquí hemos conseguido aprender que la solidaridad es la única que nos puede ayudar a resolver nuestros problemas”, reflexionó.

Delfina cuenta su historia cargada de mil detalles a quien se acerca a su mesa y tiene unos cuantos minutos para prestarle atención. Ahora escribe, siempre escribe, incluso porque la lluvia borra una y otra vez los carteles que presiden su tienda de nylon con techo reforzado. “La libertad son las alas con las que vuela el corazón. La verdadera historia la hacen los hombres libres”.

Al tormento de vivir a la intemperie, se suman las gélidas temperaturas en un campamento en que se mezclan “homeless” con personas que tienen un techo pero que decidieron acampar “por tiempo indeterminado”.

Naisofi habla con el estómago lleno. Acaba de comer un poco de pasta, algo que por desgracia no ocurre todos los días. El programa de auxilio a los mendigos de los jóvenes universitarios no tiene garantizada manutención ni agua corriente. “Aprovecho la visita a la iglesia los domingos para asearme. Pero lo que echo de menos es la luz para poder seguir leyendo por la noche”.

Delfina Piedra perdió todo cuando le robaron lo que traía en una maleta. Perdió la identidad que le regalaron en Cuba en una lotería de visas y ahora no tiene dinero para recuperar sus papeles. Vino con la esperanza de seguir viaje a España, donde están sus hijas.

“En La Habana, mi esposo era fotógrafo, vivíamos bien y hasta teníamos una moto”, se lamentó.

A las 5 de la tarde, los acampados de McPherson Square saben que una vez más -en el mismo barrio donde se puede llegar andando al Banco Mundial- la noche está a punto de echárseles encima. “Esta es mi casa para el año próximo. Los tres muñecos de peluche al lado de la colchoneta representan a mis hijos. Ellos me acompañan mientras espero el nuevo día. No se sale de la mendicidad aunque se quiera”.