lunes, 12 de mayo de 2014


La recompensa es la sonrisa, el abrazo, el ¡Gracias, seño!

La enfermería es una profesión que se ejerce desde el amor, la entrega y la sensibilidad, y solo se siente recompensada con el agradecimiento de los pacientes y sus familiares...
Ana María Domínguez Cruz 

Recientemente mi abuela fue sometida a una operación debido a una fractura de su cadera izquierda y si digo que la atención que recibió ella, y nosotros, sus familiares, en la sala D del capitalino Hospital Ortopédico Fructuoso Rodríguez fue excelente —y quizás me quede corta— es porque en gran medida, el personal de enfermería se encargó de ello.

Sus miembros celebrarán hoy el Día Internacional de la Enfermería, en honor al nacimiento de Florence Nightingale, considerada ejemplo de abnegación, madre de la enfermería moderna y fundadora de la primera escuela de esta especialidad del mundo. Ellos son parte de los 100 000 que laboran en el país, de los cuales 24 000 radican en la capital, aunque muchos procedan de otras provincias y estén brindando su apoyo en los servicios de La Habana. Integran además el gran ejército de más de 13 millones de estos profesionales que en el mundo son representados por el Consejo Internacional de Enfermería, la primera y más amplia organización internacional de profesionales de salud que vela por la calidad del desempeño de sus miembros.

Por ello, no puedo dejar de convidar a una conversación, más que a una entrevista, a Carmen Gutiérrez, quien se siente halagada con la invitación, y aunque se percata de que no llevo cámara fotográfica, se arregla su cofia y su uniforme, “para lucir impecable, como siempre debemos andar”.

”Las enfermeras somos un componente esencial en el sector de la salud, porque aquello que los médicos orientan debe ser ejecutado por nosotras, y muchas veces, cuando son ellos los que llevan el protagonismo en una acción, por ejemplo, en un salón de cirugía, necesitan también de nuestra presencia”, me dice.
¿Cuánto te satisface tu trabajo?, le inquiero, y toma una bocanada grande de aire para luego reír…

“Imagínate.Yo nací para esto. Llevo en la sangre el preocuparme por los demás, el atenderlos, el cuidarlos, y aunque podía haber estudiado medicina, preferí estar más cerca de la gente, y con la enfermería lo tengo garantizado. A veces lucho contra el sueño y el cansancio de todos los días porque los turnos son de 24 horas, pero me siento útil y sé que la salud de los pacientes que están aquí, depende de lo que yo haga bien”.

Pocos minutos tiene para el descanso. “Le tomo los signos vitales a cada paciente, reviso su historia clínica y respeto el tratamiento de cada uno, dándole el medicamento o suministrándole la inyección a la hora que lo lleva, vigilo los sueros y las venas, y ante cualquier duda de un familiar o alguna eventualidad, debo actuar rápido. Al final, el día se te va volando”.

¿Cuán sensible eres? Demora en responder… “Mira, para tener este trabajo debes tener sensibilidad por la importancia de lo que hacemos y las consecuencias de no hacerlo, pero a veces tienes que endurecer tu corazón un poco porque alguien se te puede ir entre las manos o de pronto enterarte que aquella abuelita con la que te reías tanto le dieron de alta y ya se fue. Además, no son pocos los que ingresan que se pasan la mayor parte del tiempo solos, porque tienen pocos familiares o los que tienen no se ocupan de él.

Entonces, aunque no esté escrito en su hoja de tratamiento, te encariñas, y dedicas también tu tiempo a bañarlo, a estar al tanto de sus necesidades fisiológicas, o a sentarte un rato para conversar”.

“¡Ah!, y que quede claro que hacer las cosas bien no tiene nada que ver con el aumento del salario”, precisa Carmen. “Esa medida es una manera de reconocer lo que hacemos, pero antes de tomarla, trabajábamos igual, de noche y de día, porque esta es una profesión que solo se recompensa con sonrisas, apretones de manos, abrazos, besos y alegría. Cuando alguien viene y te dice eso, de que tú vales tu peso en oro o ¡Gracias, seño! Eso es lo que te reconforta”..Ana María Domínguez.

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