jueves, 20 de junio de 2013

54 años de infancia feliz.



Cada tarde, al filo de las cuatro, la alegría inunda la casa. Llega Laura Elena del círculo infantil, con el nuevo “acontecimiento “del día.

Habla de números,  conjuntos,  figuras geométricas,  y hasta nos cuenta relatos  creados con la fantasía  propia de sus cinco años.

 La vemos feliz y nosotros,  padres y abuelos, también lo estamos, porque sabemos que aquí nada hay más importante que un niño.

De ello podemos dar fe. Mi nieta vino al mundo con una sepsis generalizada  y un edema del pulmón, que la tuvieron varios días entre la vida y la muerte.

No faltó la esmerada  atención médica, y muy especialmente, alma y corazón del  personal de salud, todo sin costar un centavo.

Privilegio  no exclusivo.

No nos asombra cuando Laura Elena   cuenta del hombre bueno que fue Marti, de la bandera cubana, de héroes,  mártires, de compartir con los demás niños,  y  también, de cuánto quiere  a  su maestra de preescolar.

La misma que le acerca sus diminutas manos  a la computadora, y para colmo recibe la alumna un estímulo que dice :”Laura Elena destacada en computación”.

Que suerte  contar con una educadora que siembra esperanza de  un futuro mejor, aunque  elo no es excepción, más bien,generalidad en nuestras instituciones educacionales.

De Cuba mucho tendría el mundo que aprender.


 
¿Cuántos menores en el planeta viven privados de sus más elementales derechos, cuánto dolor por los que mueren por bombas, enfermedades curables , los que sufren hambre, los que son víctimas del trabajo esclavo, la explotación sexual y las drogas, entre otros males?

La nuestra es una realidad bien diferente: 54años de infancia feliz.

 

 









 


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