miércoles, 22 de febrero de 2012

Les invito a conocer la historia de mi nieta,una niña que nos llena de amor y placer..

La tarde ya declinaba, cuando el llanto   de una criatura en la maternidad de Pinar del Río hacía inmensamente feliz a una joven pareja: el sueño  acariciado durante varios meses se hacía realidad: nacía su primera hija.

 En pocas horas, las sonrisas se disiparon,  los noveles padres  conocieron cuan profundo se siente el dolor de un hijo: la pequeña que se antojó  llegar al mundo antes de tiempo,  sufrió una  sepsis generalizada y un edema del pulmón.

Fueron diez días de lidia entre la vida y la muerte,  atenuados solo con la seguridad de que  se le aplicaba todo lo que el caso requería… lo demás era  esperar como decía el parte médico.

Suero, sonda, respiración artificial, costosos medicamentos, atención médica  y de enfermería especializada, y lo más gratificante, la riqueza del capital humano, fueron  caudal  y no milagro, para que Laura Elena se despidiera de la sala de  neonatología de  terapia  intensiva  haciendo honor a la prédica cubana de que nada hay más importante que un niño.

Quizás el lector  se conduela  por   el  elevado costo  que representa  la estancia prolongada en una sala de cuidados intensivos, y  se asombre,  cuando conozca que el  único precio  fue el gesto de agradecimiento y la sonrisa  de bienestar, cuando vestida de amarillo, como lo eligió la mamá, la niña dejaba atrás  el frío salón y el calor humano de hombres y mujeres que  a los avances de la ciencia y su profesionalidad ,  sumaron alma y corazón.

Fue un momento en que todos lloraron, y no precisamente de sufrimiento, sino  de felicidad: otro logro de la medicina cubana se consumaba y  un tesoro enriquecía  una casa de la capital pinareña.

 Laura Elena Juntará sus manitas a las de otros tantos infantes,  que como ella, soñarán, conocerán, agradecerán y preguntarán por que no todos los niños  del mundo tienen un país que los ame y los proteja.

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