martes, 3 de diciembre de 2013

Hay hombres buenos.



Hay un pedazo de Cuba esparcido en el mundo. Anda entre los montes, las llanuras, bajo la lluvia, el sol, el frío. Anda vestido de blanco esparciendo amor y vida. Camina con el coraje de quien puede y debe desafiar la muerte. Aplasta con su impronta salvadora.

Hay un pedazo de mi país esparcido por el mundo. Habita en cada uno de los médicos cubanos dedicados a la honrosa labor de salvar vidas, aquí en el suelo cotidiano, allende los mares, en otras latitudes iguales o distintas.

Hay un pedazo de esta isla que merece el respeto de todos.

Son nuestros médicos, los hijos de esta Cuba hermosa y contradictoria. Los que comparten lo que tienen porque nada les sobra. Los que han sido capaces de ganarse un espacio en el imaginario del orbe. ¡Un médico cubano es un médico cubano señores! Y el solo hecho de haber nacido aquí ya es más que suficiente para inspirar confianza.

Han pasado la prueba más difícil. La que se impone a esos que ven en mitigar el dolor ajeno, la virtud, no importa el sacrificio. Ya no nos pertenecen, porque se deben a un ideal más fuerte, ese que importa al hombre bueno.

Andan agrupados en contingentes internacionalistas, en misiones milagrosas que han devuelto la luz a tanta oscuridad disfrazada de pobreza. 

Andan asistiendo, educando, en campaña de dar vida. Andan esparciendo un pedazo de mi Cuba, un trozo de amor y esperanza en cada rincón necesitado de la fe de saber que aún es posible ser mejores.(Lisandra Fariñas Acosta)

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